Por fin llego el día en el que volvía a Valencia, y no se le ocurrió mejor idea que ir al aeropuerto para darle la bienvenida. Al principio estaba un poco indeciso, pues no sabía si estaba haciendo bien, ya que pensaba que sería acoplarse un poco. Tal fue así, que casi abandono toda esperanza para ir. Pero gracias a unas amigas suyas, se llenó de ánimos y de valor. Al día siguiente, al salir de clase, se fue corriendo al centro, para prepararle el regalo que le tenía preparado. Estando en la tienda, tardaban más de lo que se había imaginado, y se empezó a poner nervioso, pensando que no iba a llegar a tiempo. Finalmente, lo recogió y salió corriendo de la tienda. Pero no tenía que correr, si no volar, para poder llegar a su hora. El tiempo no le daba ninguna tregua, pasaba sin ninguna compasión. Los nervios lo recorrían por dentro. Cada vez estaba más cerca de su destino. Se bajo y fua a buscar inmediatamente el lugar donde llegaban los vuelo. Pero al llegar, se encontró con un ligero problema... habían tres salas. Se puso a buscar los programas de vuelo, y al encontrarlos, habían dos que le llamaban ligeramente la atención: Barcelona y Zúrich. Decidido, y tentando a la suerte, escogió el que provenía de Suiza. Pasaron unos minutos, y vio aparecer un rayo de esperanza. Allí, a lo lejos, pudo distinguir a sus padres, como se acercaban. Supo que había escogido bien. Se saludaron y hablaron un poco de varios temas. Comenzó a salir gente, la madre se acercó a la salida, a esperarla, y el chico se quedo apoyado en un pilar, esperando un indicio de felicidad en su cara que indicara que había salido. Ese momento no tardó mucho. Ahí estaba ella, con su impecable sonrisa. Se acerco por detrás, como para querer darle una sorpresa. Y cuando estaba a pocos centímetros de ella, se dio la vuelta. Se saludaron, ella, impresionada; él, más relajado que nunca en ese día. Cuando vio que era el momento oportuno, sacó el trozo de cartulina enrollado, y se lo dio. Al ver la fotografía, inmediatamente, le dio las gracias con mucha ilusión, ya que no había encontrado ninguno de él y quería uno. La vuelta fue discreta, tranquila... Pero el joven ya había cumplido, y todo el sufrimiento vivido, se esfumo con solo ver sus ojos.
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