viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Un día como otro? (Relato corto. 1)

Era un día frió de invierno. Él ya no aguantaba más en esa prisión. Salió de casa, aún se le notaba en el rostro el enfado que llevaba, no aguantaba ni un segundo más. Necesitaba desahogarse. Era un jueves oscuro, la lluvia caía con mucha fuerza sobre la ciudad, como si las nubes quisieran seguir estropearle el día. El muchacho comenzó a andar, no sabia hacia dónde ir, apenas tenía amigos en los que confiar, y los que tenía los había perdido hace poco por una discusión tonta. Entonces pensó en ir a verlas, y disculparse con ellas, ya que, llegada esa situación, se había dado cuenta de que eran lo único que le quedaba, y que no podía perderles. Cada vez que recordaba todo, no podía evitar el darle un puñetazo a alguna pared, no le importaba destrozarse la mano, lo contrario, el dolor le hacía no pensar en ninguna otra cosa. Las calles estaban solitarias, lo único que parecía hacerle compañía eran las farolas, que le iluminaban, como intentando darle ánimos. Siempre que podía, se metía por callejones, esperando encontrarse con alguien que quisiera divertirse, pero no tuvo ninguna suerte, como ya era costumbre. Siguió andando, con la lluvia azotándole cada parte del cuerpo. Ya no le daba tanta importancia a las miles de gotitas que chocaban contra él, ya que todo su ropa estaba empapada. La camiseta de manga corta le pesaba tres kilos más debido al agua, el bañador que llevaba puesto tampoco se libraba, y los pies estaban congelados debido a que llevaba chancletas. Debido a esto, tuvo un par de resbalones, de los que se pudo equilibrar a tiempo, pero al tercero no pudo hacer nada. Su cabeza chocó contra el suelo. Un chorro de sangre bajó por su cabeza. Pudo llegar a ver en una esquina a cinco chavales señalándolo y riéndose de él. Apenas se veían sus lagrimas, ya que se confundían con las gotas de la lluvia. Cerró los ojos con la esperanza de que todo fuera un sueño, y que de repente apareciera en su cama, pero nada fue así. Se levantó, y cuando fue a dar el primer paso, se dio cuenta de que la chancla estaba rota. Así que, no tuvo otra opción que quitársela, y abandonarla, como le habían olvidado las esperanzas de que saliera algo bien. Siguió andando hasta llegar a su destino. Llamó al telefonillo. No se escuchaba ninguna contestación. Volvió a llamar, pero esta vez, mantuvo el botón pulsado veinte segundos, pero tampoco se oía ninguna voz. Se sentó en el bordillo, tapándose la cara con las manos. Su última oportunidad se había esfumado. Sacó el móvil del bolsillo para contactar con ellas, pero estaba estropeado, ni siquiera se encendía. Maldiciendo, se levantó, y fue andando hasta un semáforo, esperó a que se pusiera en rojo, y cuando vio un coche que se acercaba a gran velocidad, saltó a la carretera.

Desde el suelo, pudo oír unas voces que gritaban su nombre. La vista se le nublaba poco a poco, pero las pudo distinguir con facilidad. Tenía tantas cosas que decirles, tantas disculpas que darles, pero ya no le quedaban fuerzas, y el tiempo se le agotaba, y lo resumió todo en dos simple palabras que pudieron escuchar saliendo de su boca con una voz muy débil: Lo siento.

.Side.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Un viernes de película


Esta es la historia de un espartano, de un bebe gigante, de dos luchadores de sumo, de un templario, de buzz lighyear, de una prostituta, de Peter Pan, y cientos de criaturas extrañas y sorprendentes. ¿Que de qué estoy hablando? Pues de una ruta un tanto especial, una ruta de disfraces.

Decir antes que nada, que no hubiera disfrutado de esa gran noche si no hubiera sido por mi grupito de rollers, que gracias a ellos/as, esta semana he hecho la ruta del viernes y no la del jueves.

Antes, solamente había escuchado un par de comentarios sobre que se iba a ir disfrazado, pero no le di importancia. A medida que se acercaba la hora, podíamos ver la cantidad de gente que iba disfrazada y en patines. Había de todo. Nosotros cuatro destacábamos bastante entre la multitud. Se explicó que la ruta iba a ser distinta, algo como un paseo. A destacar de ese paseo, pues sin discusión, el chico que iba disfrazado de puta. Que grande. Iba por la calle saludando a todo el que se encontraba. Yo y mi compañero, Kanario, no dudamos en ir detrás de el para poder reírnos de todo lo que hacía.

El primer destino era el ayuntamiento, donde estuvimos unos diez minutos hablando y haciendo el vago. Pero luego fuimos a la plaza de la virgen, en donde esperaba lo mejor. Sacaron una cuerda de las típicas de la comba, y empezaron a hacerla rodar. ¿Qué teníamos que hacer? Saltar a la comba con los patines. Si mal no recuerdo, al terminar el primero, no se metía nadie, así que entre yo. No recuerdo cuantos botes pegue, entre tanto 180º y saltos. También me intente hacer un 360º, pero no encontraba la estabilidad para hacerlo. Y bueno, después de que algunos valientes lo intentaran, tensaron la cuerda a una altura considerable para pasar por debajo de ella. Después, la pusieron para que la gente saltara, y mi grupo me intentaba convencer de que hiciera “mi salto”, y bueno, pedí que bajaran la cuerda para hacerlo, y el fotógrafo, (un muñeca cachonda) me pidió que lo repitiera para hacerle una foto. Luego, nos pusimos a dar vueltas por la plaza, ante la mirada atónita de decenas de personas.

Fue una gran noche, pero lo mejor de todo, la compañía, ya que sin ellas y el, nada hubiera sido, ni será lo mismo. Por lo tanto, dar las gracias a Carla, Marien y Dani. Y tampoco no me olvido de el resto, que no pudieron ir.

.Side.